POR CUANTO TODOS PECARON ESTÁN DESTITUIDOS DE LA GLORIA DE DIOS ROMANOS 3.-23

¿POR QUÉ PECAMOS?

por que pecamos
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8-10)
POR CUANTO TODOS PECARON ESTÁN DESTITUIDOS DE LA GLORIA DE DIOS (ROM 3-23)                                                    
Todos los cristianos pecamos, como consecuencia de todavía arrastrar los efectos de una naturaleza caída, de ahí que el apóstol Pablo exclamara: “Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro. 7: 24) Nadie está libre de esto.
Es evidente que el apóstol está hablando de la tremenda lucha que existe entre el hombre interior, el “yo” nuevo (Ro. 7: 22), y el “yo” que subsiste aún en la carne (Ro.7: 18). El primero se deleita en la ley de Dios, es decir, la voluntad de Dios, en cambio, el segundo está esclavizado por el pecado.
Esta es la condición del cristiano en esta vida, lo cual no significa que vive en derrota, porque la misma Palabra enseña que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8: 1), y el que ha nacido de nuevo – y por ello es cristiano, como no puede ser de otro modo – no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede practicar pecado, porque es nacido de Dios (1 Jn. 3: 9)....Esos pecados confesados son perdonados siempre, porque el verdadero cristiano anda en luz ante Dios (1 Juan 1: 7), lleva una vida de continua confesión ante Dios, y como está escrito: “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).....Andar en luz significa desear desde el hombre interior agradar a Dios siempre, como decía Pablo: “…el querer hacer el bien está en mí” (Ro. 7: 18b)......La vida del cristiano es una vida de perseverancia, por tanto, de continua lucha interior, porque desea hacer la voluntad de Dios, pero su carne se opone continuamente a ello con mayor o menor fuerza, pero aún y así, el creyente es más que vencedor.
Pablo lo expone con claridad:
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros…No obstante, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 7: 18-23; 8: 1, 2) Pero por el contrario, aquel que no ha nacido de Dios, sí practica una tipo de vida pecaminoso, ajeno al Espíritu. Peca y le gusta pecar ya que es su modo normal y regular de vida (Jn 3:19). incluso hay quienes pretenden ser cristianos, y ante los demás lo parecen, pero llevan una vida de práctica de pecado oculto, engañándose a sí mismos; por ello la Escritura es clara: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido… El que practica el pecado es del diablo…” (1 Juan 3:6,8).

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